Cuando llegamos a Costa Rica hace más de tres años, después de varios viajes de prospección, obtuvimos los datos de contacto de David y aceptó reunirse con nosotros… en un restaurante. He comprobado varias veces que efectivamente fuera él a quien me recomendaron, porque en Francia, cuando solicitás un servicio de un abogado, te pide de previo 500 euros, para organizar la cita.

Teníamos un cuaderno en el que habíamos escrito más de cincuenta preguntas para hacerle. Respondió a prácticamente todas con paciencia y para aquello a lo que no tenía respuesta, se comprometió a devolvernos la llamada muy rápidamente y cumplió su promesa.

Luego fuimos a verlo a su despacho donde nos esperaba un ejecutivo bancario, un agente contable, una aseguradora y un arquitecto, y hasta un coche que vendían otros franceses. Es muy reconfortante sentirse asesorado. Trabajamos siempre con las personas que nos recomendó oportunamente.

Su francés, aprendido durante sus estudios en Paris, nos permite comunicarnos sin dudas sobre los diversos trámites que representan para cualquier expatriado o inversionista “dificultades administrativas”: solicitud de residencia, creación de empresa, compra de vehículo y de terreno, contrato de construcción, contrato de compraventa de bienes, prórroga de visado, testamento, declaraciones de impuestos, seguros, etc.

Siempre atento, amable y disponible, está rodeado de un equipo competente, lo que hace posible encontrar soluciones a los múltiples obstáculos que podamos encontrar. Y además… sus precios son realmente asequibles, lo que sigue siendo un activo en un proyecto de vida.

Desde hace más de tres años se ha convertido en un socio eficaz e indispensable en esta magnífica aventura que vivimos en Costa Rica.

Sin olvidar que se desplazan por Guanacaste e incluso por el sur del país; nosotros nos instalamos en Ojochal, una pequeña comunidad francófona.

Catherinne GALLARDO (Francia)